La historia es construida
por quienes la vivencian y relatada por quienes poseen la habilidad de
convertir en palabras los hechos. Este relato nuevo y fresco que emerge en la
voz de Catalina, reconocida por Valdivieso, posee la facultad del
cuestionamiento de principio a fin, este decir que desestabiliza las
estructuras removiendo antiguas ruinas erigidas sobre los pilares del poder se
constituye el primer asomo de feminismo en Chile, cuando la democracia retomaba
su lugar abriendo las puertas del pensamiento y la reflexión. Desde allí emerge
su fortaleza, se empodera de la vida a través de la articulación que toma la
forma de una denuncia al principio, para luego ser dueña de la palabra. Halla
en la ruptura su continuidad, en la constante pugna se fortalece, hasta lograr
permanecer. Viene desde siglos inmemoriales buscando un cauce para expandirse,
cuando encontró un auxilio se enorgulleció de su estirpe y no negó su
naturaleza, sino que se gozó en su individualidad. Aunque por años y años
estuvo divagando por las edades sin tiempo, esta creatura de rostro encubierto,
de lenguaje sin código, poseedora de infinitas diferencias e invaluables
virtudes, se hace mujer en la dicha del decir, cuando su voz encontró el sonido
y sus palabras se abrieron paso a la vida. Confluyen en un mismo instante
historia y existencia, pasado, presente y futuro son uno mismo en el sueño de
ser y perdurar; en el anhelo de enriquecer el mundo con su mirada y educarlo en
su pensamiento; poseedora de la vida y la muerte la observó el hombre y le
temió por ser ella más sabia, con una sabiduría no conocida. Así es la mujer
madre, amiga, hermana y amante; artista, arquitecta, médico y aprendiz;
maestra, escritora, gobernante y emperatriz. Traspasando vino montes y collados, en busca de un lugar
para establecer su estirpe. Vista fue por el creador en su sueño primigenio y el
hombre cerró sus ojos, para no ver en ella el ángel que le había sido
engendrado.
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